Cuando yo era joven y se hablaba del año 2000, pensaba: “pues yo por edad podría llegar”. Tendría 70 años ¡quién me iba a decir a mí que sobrepasaría en 20 años! La verdad es que han pasado volando.
También cuando hablaban a principios del siglo, del 2012, pensaba: “bueno, yo no lo veré”.
¡Qué cosas tiene la vida!
El día 30 de mayo ha sido mi cumpleaños, y aunque estoy completamente sola de toda la familia paterna y materna, pues soy la única que queda, tengo, gracias a Dios unos sobrinos extraordinarios. Siempre están pendientes de mí.
Ese día, cuando iba a bajar a desayunar, me avisaron de que no bajara. Al rato llegó María con una cesta que parecía de Navidad. Era una gran bandeja de madera. Me dijo que me asomara a la terraza. En el jardín estaban: mi sobrino, su mujer… y el perro. Por supuesto, me emocioné. Estuvimos hablando un ratito al estilo de Romeo y Julieta, y se marcharon.
La bandeja tenía dentro dos cestitas muy bonitas, una más grande que otra. La grande tenía: 4 churros, 2 porras, 1 croissant, un paquetito de mantequilla y un termo muy bonito con chocolate, tan caliente que me abrasé la garganta. La otra cestita tenía fruta: uvas, moras, cerezas, trozos de melocotón, fresas, y 4 brochetas con presas, piña , uvas y plátano. Y un resumen (como un cuaderno muy bonito) de los prinicipales acontecimientos del año de mi nacimiento: 1930. Precioso, me encanta.
La cesta la preparó mi sobrina, que tiene un gusto exquisito.
Como es lógico, desayuné con parte de lo que me trajeron.
Más tarde, cuando estábamos haciendo la gimnasia, me trajeron una cesta muy bonita, con cuatro plantas, y una caja de bombones. Me la enviaron unas amigas.
Un poco más tarde recibí un ramo de flores de parte de mis sobrinos de Segovia.
En la comida hubo tarta con apagón de velas.
Me pasé toda la mañana de emoción en emoción.
La verdad es que sólo esperaba felicitaciones telefónicas debido a las circunstancias que vivimos.
A las tres de la tarde tuve una videollamada de mis sobrinos de Segovia y de Madrid, todos juntos, y brindaron por mí. Ha sido el mejor cumpleaños de mi vida, pese a no poderme reunir con mi familia, que ya hubiera sido el sumun.