Nº12: COMPARTIR: LA SABIDURÍA DEL TIEMPO

Una Amiga me ha enviado la fotocopia del artículo “La sabiduría del Tiempo” de Enrique Rojas, catedrático de psiquiatría, publicado en el periódico ABC el 12 de Diciembre de 2019. Una vez leído he sentido el deseo de compartirlo contigo, con vosotros. Espero que no se moleste el autor.

“LA SABIDURÍA DEL TIEMPO” por Enrique Rojas

“El tiempo es el bien más democrático que existe: todos tenemos 24 horas cada día. El arte de aprovechar el tiempo tarda uno en aprenderlo. Pero antes de seguir quiero decir que existen distintos tipos de tiempo. Para que nos entendamos bien y el lector pueda sacar  algunas ideas claras de este artículo. Voy a clasificarlos.

Tiempo físico: Es el que mide el reloj. Es el tiempo objetivo, fáctico, universal, exterior. Las cosas empiezan, duran, se acaban. Es los cronos de los griegos. Lo tratamos como cantidad física. Queda separado por unas fisuras que son los días, las semanas, los meses. Permite la ordenación sucesiva de los hechos. Es notarial, ahora son las 10 de la mañana y eso no puede modificarse en esta parte del mundo en donde vivimos.

Tiempo psicológico: Es emocional y se refiere al tiempo subjetivo, interior, afectivo, como discurren los acontecimientos dentro de nosotros. Es el kairós griego. Es un reloj interior. Si estamos en una conferencia muy aburrida, parece que el reloj se ha parado. Si estamos viendo una película muy interesante, con una trama atrayente, el tiempo corre muy deprisa. En los enamorados, el tiempo vuela; pensemos dos jóvenes que están saliendo y hablan por el móvil durante un par de horas y se les ha pasado en un momento. Es la vivencia del tiempo, que es una percepción interna que nos muestra la cara oculta de la duración. En los depresivos, parece que el reloj se ha detenido. En los estados de euforia, el tiempo circula veloz, ligero, apresurado, pronto, con urgencia, casi atropellado.

Tiempo histórico: este se refiere a los tres éxtasis de la temporalidad, que son pasado, presente y futuro. En la persona madura esto se vive así: se han superado las heridas y traumas del pasado con todo lo que eso significa, dejando de lado el rencor y el resentimiento y ha habido una reconciliación con los impactos negativos de atrás; al mismo tiempo, se vive y se saborea el presente, que corre vertiginoso…; y se vive abierto hacia el futuro, con objetivos concretos e ilusiones por cumplir. Por el contrario, en los trastornos de la personalidad, a menudo uno queda atrapado en los recuerdos negativos del pasado, que una y otra vez reclaman su atención y queda uno cogido en esas redes, pasando y repasando sinsabores, errores, huellas emocionales nocivas y daños y desprecios que uno ha sufrido. En las personas con un proyecto de vida bien estructurado, todo está mirando hacia el futuro: hay un diseño de metas concretas que empujan a vivir hacia delante; la existencia está tutelada por el imperio del futuro. En el drogadicto (pensemos en la cocaína, la pornografía, el móvil, etc.) todo es presente que se alarga, para centrarse en esa tarea que esclaviza, sin ser conscientes de ello.

Tiempo biológico: son los ritmos que se dan en nuestra naturaleza humana y están inscritos en ella. El ritmo sueño-vigilia (o nictameral: despiertos durante el día y dormidos en la noche). El ritmo estacional (primavera, verano, otoño e invierno; en otras latitudes: la estación seca y lluviosa). Los ritmos circadianos, que son aquellos que se dan a lo largo del día, por ejemplo en los depresivos endógenos la mañana es melancólica y a última hora de la tarde el estado de ánimo suele mejorar notablemente. Y los ritmos biológicos de la mujer: menstruación, ovulación, el síndrome de tensión premenstrual, la menopausia, etc.

Cada uno de ellos tiene su propia circunscripción.

A estos debemos añadir la vivencia de la edad. En el niño todo es indigencia y dependencia de los padres, descubrimiento de la realdad y empezar a andar y a hablar. Un niño de año y medio maneja unas cincuenta, sesenta o setenta palabras; con tres años, su vocabulario personal llega a unas mil. Va descubriéndolo todo. En la pubertad asoman con fuerza los sentimientos y la sexualidad… con sensaciones vagas, misteriosas, difíciles de expresar. En la adolescencia se va fraguando la personalidad y la amistad y es la etapa de la rebeldía que aparece con distintos ropajes… es la etapa de los sueños y las grandes ilusiones y, a la vez, de conocer el propio cuerpo y aprender a gobernarlo y a orientarlo. En la juventud se diseña el proyecto de vida, con sus grandes argumentos puestos sobre la mesa. En la madurez se recogen los frutos de lo sembrado y se saborea la vida con todos sus matices e ingredientes. En la vejez se hace balance existencial, arqueo de caja y cada segmento de nuestra travesía rinde cuenta de su viaje.

Tiempo filosófico: se relaciona con el pensamiento y aquí distinguiría yo dos estirpes diferentes. Por un lado el tiempo primordial y el tiempo trivial, inspirados por Heidegger: el primero se refiere a la existencia auténtica, personal y se abre en abanico sobre los grandes temas del proyecto de vida que uno ha ido elaborando. Familia, amor, trabajo, amigos, cultura, aficiones, todo lo que conduce a desarrollarse de verdad como ser humano. El segundo, está saturado de presente-presente, es el día a día de cada uno, con nuestras rutinas puestas en marcha.

El otro es el tiempo masculino y el tiempo femenino, que ofrecen rasgos distintos. Aquel es más objetivo, medible, racional, cronológico, que hace que el tiempo rinda y sea efectivo. El femenino es más circular, más flexible, relacionado con muchas variables ligadas a la familia en su extensión, es más psicológico y afectivo… Cada sexo vive de modo diferente el tiempo.

 

La sabiduría del tiempo consiste en saber vivir cada período de la vida con intensidad e ideas claras. Cuando pasan los años queremos cuadrarlo todo, ordenar los hechos que nos han pasado y aceptar los fallos, errores y cosas que no hemos sabido enfocar de forma adecuada. El tiempo cura casi todas las heridas. Y a la vez, el tiempo es el gran maestro y la experiencia, la gran educadora.

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